Sin ninguna duda, Trinidad, dispone de una fragancia especial, nada comparable con la de Tomas. Además cuenta con ese sello de distinción que le aporta su apellido y los muchos años de actividad pública con cargos de relevancia. No cuenta con ese aroma de luchadora fajada en los pueblos del sur, los llamados del cinturón rojo. Y esto la resta tirón respecto a las bases de las agrupaciones locales. Por mucho que la promocione el caudillo local de Getafe, y el “hombre de la ECOTASA” en Getafe, y otros/as guapas/os de los feudos locales.
En cambio cuenta con la estima y aplauso del que son merecedoras las candidatas de “cuota”. Su discurso político es más de salón, que de confrontación, ese discurso sutil, que tanto gusta a la gente guapa y pija que vota al PSOE. Está más cerca de los votantes de los barrios como Serrano, Arguelles, que de los de Perales o Parla por poner un ejemplo.
Su prestancia y gracejo malacitano la dota de un eco agradable, alejado del populismo, cuenta con una dilatada experiencia, en esos temas más propios de Estado, que de autonomías, siempre rodeada de talentos, sabe distinguir entre lo posible y lo deseado. No la veo como sufridora, ni, tiene la estima suficiente como para verse ganadora, el revolcón sufrido en su intento de acceso a la alcaldía de Madrid, no parece haberle servido, pero al igual que su primo, la alcaldía de Madrid, es un importante blasón que de gloria su carrera política.
Es en definitiva un calco de Miguel Sebastián, con un envoltorio fino y hasta cursi. Aparentemente llamativo pero con escasa sustancia, sin genio ni carácter de líder. Trinidad es un producto más, elaborado desde la sección guapa del PSOE, en un intentando dotar al partido con esa garantía de solvencia, capaz de saldar las deudas que el partido tiene con Madrid.
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