Son muchas las formadas y maneras de vivir de la caridad, del prójimo. No confundir con ser solidario , o recibir solidaridad. La caridad lleva aparejada esa necesaria sustancia económica, a la petición de limosna. El vivir de la caridad y distribuirla da para mucho, y la prueba evidente es la Iglesia y su obtestación. Deseen una vuelta por la oficina del peregrino que están habilitando en la plaza de la Magdalena, y admiren la pulcritud y decoro empleado para recibirles.
Pero no quería servidor referirme a ese tipo de caridad ni peregrinos. No. Ni tan siquiera a esos que guardan cola en esa “cosa” que recibe el nombre de oficina de empleo. O de esas otras peregrinaciones de mendigos políticos, por el ayuntamiento pidiendo caridad.
Me voy a referir a los peregrinos de la minería y su lastimera imagen pidiendo limosna, en lugar de dignidad. La minería ha ido paulatinamente perdiendo fuerza y vigor, y con ello la mansedumbre se ha instalado en ese sector. El viejo aroma reivindicativo y luchador se evaporo hace tiempo. Solo queda la “chispa” de la dignidad que de cuando en cuando emerge.
Y en este punto de la peregrinación y acogida estamos, cuando desde la comunidad europea nos ofrecen una nueva concesión al admitir como bueno el decreto de ayudas al carbón. Brindemos y gozemos, las deudas de las empresas de la minería y los sueldos de las familias mineras se verán sufragados por todos ciudadanos de esta España caritativa. Eso si obligados a consumir el carbón nacional, para justificar esa producción.
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