Un año y cien días después.

odríamos decir que la normalidad es lo más reseñable tras un año de gobierno no nacionalista. Euskadi no acapara más atención que otras comunidades y no es noticia por los arrebatos nacionalistas de otros tiempos. Hasta el punto, de que, a los pintorescos nacionalistas, se les ve con toda normalidad, sin que sus manifestaciones y demandas constituyan un hecho excepcional, ni tan siquiera llamativo, más allá de su lugar de origen... Salvo esos chispazos, de los “salva vidas y patriotas” la normalidad y la convivencia empiezan a tener señas de identidad, en una sociedad tan castigada como es la vasca.

El compromiso y esfuerzo del gobierno, con el apoyo de otras fuerzas políticas y especialmente la sociedad civil tiene que consolidar ese decidido nuevo rumbo, donde la ciudadanía, se sienta identificada con sus gobernantes. Donde el temor y el chantaje no sea la imagen, que distorsiona la realidad del pueblo vasco de sus gentes humildes y laboriosas, capaces de convivir con lealtad y firmeza entre las comunidades de España.

Tristemente en la historia de Euskadi, jalonan páginas de inmenso dolor, donde solo, con valentía y coraje, se escriben otras de concordia y gozo. Y ello es posible a personas, que con esfuerzo y tesón logran dignificar, la memoria de quienes son víctimas del cainisno y el desafuero contra una sociedad civilizada.El consorcio asesino que tanto mal ha generado, debe de ser erradicado y los violentos que conforman esa saga cruel, eliminados de toda referencia histórica, que aliente a futuros cainitas.

Siete años han pasado del asesinato de Joseba Pagaza. Y todo apunta a que el posible autor de ese asesinato se paseaba y convivía entre la población sin levantar más sospechas, que las propias de quien simpatiza y “ colaboraba” con el consorcio asesino. El temor de la sociedad civil, al señalamiento, junto con un gobierno nacionalista deshonesto, han posibilitado en este caso, como en otros, que la investigación del asesinato de Joseba, se dilatara en el tiempo.

Una vez más la labor de personas comprometidas con la justicia y la verdad, y contando con el apoyo necesario de las instituciones, logran poner ante los tribunales para que sea juzgado, al único sospechoso de la muerte de Pagazaurtunda. Joseba fue un mártir más del delirio nacionalista, y no solo quien apretó el gatillo, acabo con su vida. La indiferencia del nacionalismo y un gobierno presidido por Ibarretxe, que desestimo sus denuncias, propicio aquel triste y fatal desenlace. La mayoría de los ciudadanos sentimos una contenida alegría, al saber de la detención del asesino, y junto con la familia de los Pagaza, nos sentimos más libres y liberados del yugo nacionalista.

Queda mucho aún por recorrer, y caminos que trazar, hasta lograr, que esa diáspora de ciudadanos vascos, sea tan solo una página más en la historia de Euskadi. Lograr y mantener vivo el espíritu de la sociedad civil que se aglutino en torno al “Foro de Ermua”, al movimiento ciudadano de “Basta Ya”, “Gesto por la paz” nos obliga a seguir por esa senda, enarbolando, sin ningún temor ni complejos la libertad de todos los oprimidos, vejados, humillados. Pero de forma muy especial mantener vivo el recuerdo y en la memoria, a todos los asesinados por el “ consorcio asesino”, agrupados en ETA y su entorno. Ellos son los nuevos mártires de estos tiempos.

Termino como comenzaba; mostrando mi satisfacción por la normalidad que se vive en Euzkadi, tras un año y cien días de gobierno no nacionalista, a pesar de los revulsivos y cariacontecidos actos de los renovados “niños de la gasolina”.

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